LES LUTHIERS: AFINANDO LA VIDA. EL ARTE DE REINVENTARSE EN CLAVE DE HUMOR
- Enrique Portnoy
- 3 days ago
- 8 min read

Osvaldo, en este encuentro especial, se reúne, después de muchos caminos transitados, con los integrantes históricos de Les Luthiers, ese grupo inclasificable que durante más de 40 años nos enseñó que la inteligencia y la carcajada pueden convivir, que la música puede construirse con tubos de ensayo o mangueras, y que el humor, cuando está afinado con humanidad, es una forma de resistencia. No es un homenaje, tampoco una despedida; esto es una conversación entre amigos, cómplices del escenario, maestros de la risa y, sobre todo, artesanos de la vida.Pero esta charla no se trata del pasado, se trata del Segundo Tiempo, ese tramo del partido donde el cuerpo ya no corre igual, pero la cabeza juega mejor. Donde la experiencia se transforma en brújula, y la reinvención, antes opción, ahora es destino. Un destino que no se enfrenta con solemnidad, sino con preguntas, ironías, pasiones, dudas... y risas. Osvaldo en este encuentro nos propone justamente eso: hablar con libertad, profundidad y humor, sobre lo que implica vivir reinventándose, ya sea como personas, artistas o simplemente como seres humanos que han aprendido a reírse hasta de sus propias derrotas. Reinventarse no es negar lo que fuimos, sino acomodar lo que somos a lo que viene, y si hay alguien que ha sabido hacerlo con genio y generosidad, son estos seis hombres que, con música, ingenio, y ternura, se han metido en la memoria y en el alma de generaciones. Estamos todos invitados a afinar la vida con ellos.
REUNIÓN DE TRABAJO CON OSVALDO SALVADORES
OS: Queridos amigos... qué emoción tenerlos a todos aquí. No es fácil convocar a seis talentos históricos, cada uno con su mundo, con su historia. Pero aquí están. Y estamos. Y si me permiten, no vamos a hablar tanto del pasado… sino del Segundo Tiempo. De esa etapa que empieza cuando parece que todo ya se dijo… y sin embargo, hay tanto por afinar.
MM: Ya empezamos con metáforas musicales... esto promete.
DR: A mí “el Segundo Tiempo” me suena a cuando uno está en la cancha con los gemelos cargados, el árbitro ya no te cobra ni los saques de banda, y tu única esperanza es que llueva para que se suspenda el partido.
NC: O que entre un trombonista suplente... cosa que, dicho sea de paso, nunca funcionó en nuestros conciertos.
JM: Lo que pasa es que para nosotros, el primer tiempo duró como… 40 años.¡Imagínate! ¡Cuarenta años de primer tiempo! Yo sospecho que somos el único grupo musical que tocaba en tiempo continuo y cronológico.
EA: Y a tempo variable… porque lo nuestro no fue sólo música. Fue un equilibrio extraño entre humor, partitura, amistad y terapia grupal.
LP: ¿Y sabes qué? Aun con todo eso, el mayor desafío fue siempre seguir siendo nosotros. No repetirse. Reafinar la idea. Desarmar el instrumento para volver a construirlo.
OS: Y en ese volver a construir, ¿cuándo se dieron cuenta que había que reconvertirse? ¿Que ya no era sólo mantener lo logrado, sino transformarse para seguir adelante?
MM: Yo creo que uno lo sabe desde siempre, pero se hace el distraído. El “Marcos del 76” sabía que un día iba a tener que reinventarse, pero el “Marcos del 76” también pensaba que los años venían sin fecha de vencimiento.
DR: ¡Exacto! Vos decís “el año que viene hacemos otra gira”, y no te das cuenta que ya no se trata de la gira… sino de girar vos.
NC: Yo sentí ese clic cuando me vi escribiendo una misma broma con tres versiones distintas y ninguna me causaba gracia. Ahí me di cuenta que no era el chiste lo que se había gastado… era mi forma de mirarlo.
JM: Y ahí es cuando aparece el “artista real”. Cuando se rompe la fórmula y tenés que elegir: o repetís sin alma, o cambias con honestidad. Nosotros, por suerte, siempre elegimos lo segundo. Aunque implicara riesgos.
EA: Y también pérdidas. Porque reinventarse implica dejar partes tuyas atrás. Pequeñas renuncias. Momentos que ya no vuelven; pero lo hermoso es que eso abre lugar para otras cosas.
LP: Sí. Para lo inesperado. Para la pausa. Para escuchar otras músicas, otras voces. Incluso… la de uno mismo, que a veces está tan abajo del escenario, que ni se la oye.
OS: ¿Y qué encontraron en esta segunda etapa que no estaba en la primera?
MM: Tiempo. Y no me refiero al calendario. Me refiero al tiempo interior, ese que no corre; ese que uno aprende a saborear.
DR: Yo encontré ternura. Nunca pensé que después de tantos aplausos, lo que más iba a valorar era un silencio compartido con amigos.
NC: Y yo, la maravilla de seguir aprendiendo. De descubrir que uno puede cambiar de lente, de nota, de idea… sin cambiar de alma.
JM: Y la libertad. Paradójicamente, cuando uno suelta el personaje que construyó, puede finalmente respirar.
EA: Y ahí aparece el humor verdadero. No el que hace reír a todos, sino el que te reconcilia con vos mismo.
LP: Y con la música también. Porque cuando uno se corre del centro, descubre nuevas armonías.
OS: Entonces, si tuvieran que dejarle un mensaje a quien hoy se encuentra en esa encrucijada, profesional, vital, emocional, de tener que cambiar de etapa, ¿qué le dirían?MM: Que no tema parecer ridículo. El ridículo es la primera estación del viaje hacia lo nuevo. DR: Que se ría. Aunque no entienda de qué. Reírse es una forma de entrenar el alma para lo que viene.
NC: Que escuche; porque lo que viene no siempre grita… a veces susurra.
JM: Que se permita fracasar. Reinventarse no es garantía de éxito, pero sí de autenticidad.
EA: Que se rodee de quienes lo desafíen con amor, porque uno no se transforma solo.
LP: Y que nunca olvide su nota original; la que suena incluso cuando todo está en silencio.
OS: Tengo que agradecerles, sin dudas que esto no es una entrevista. Es un acto de afinación, de esos que no se hacen con un diapasón… sino con el corazón.
JR: Es parar la pelota para continuar el partido, lo tenemos claro…
OS: Ustedes hablaron de dejar atrás ciertas cosas, de soltar viejos personajes; pero yo pregunto: ¿qué se quedaron? ¿Qué eligieron seguir llevando con ustedes… incluso en esta etapa de cambio?
DR: Yo me llevé la costumbre de exagerar. En todo. Si tengo fiebre, tengo 42. Si me emociona algo, lloro como en final de película iraní. Y si me río… corro el riesgo de que me echen del restaurante.
MM: Te olvidaste de decir que también te llevaste el hábito de interrumpir…
DR: ¡Lo conservo con cariño!
NC: Yo me quedé con el amor por la precisión. Pero ahora la aplico a cosas más simples. Cocinar un arroz en punto justo. Escuchar un preludio sin apurarlo. Afinar la vida, pero sin tensar la cuerda.
JM: Qué poético, Carlos. Yo me quedé con la sospecha de que todo tiene una trampa lógica. El humor me entrenó para eso. Pero con los años aprendí que hay que dejar de buscarle la lógica a todo. A veces la vida es un acorde menor que no resuelve… y está bien.
EA: Yo me quedé con la necesidad de crear, de seguir inventando mundos. Ahora sin escenario, sin personajes… pero con música. Aunque a veces sea solo en la cabeza.
LP: Yo me quedé con la escucha. Con esa atención que desarrollamos todos estos años en escena. Porque escuchar bien a otro, en medio de un diálogo o de una fuga musical, es también una forma de amar.
OS: ¿Y con qué se pelean aún? ¿Qué les cuesta soltar?
MM: Con el perfeccionismo. Ese viejo tirano interno que te impide terminar algo porque siempre falta “un poco más”. Ahora intento ser más indulgente con ese señor... y a veces lo dejo afuera.
DR: Yo me peleo con la nostalgia. Porque tiene buena prensa, pero puede ser tramposa. Una cosa es mirar el pasado con ternura, y otra vivir atrapado en él.
NC: Yo me peleo con la velocidad del mundo. La compulsión por estar en todo, saber todo, contestar todo. Yo ahora elijo el silencio como respuesta válida.
JM: Yo, con la idea de que todo debe tener sentido. A veces, no lo tiene. Y eso, en vez de angustiarme, ahora me da paz.
EA: Yo con la autoexigencia. Con el “tenés que reinventarte, tenés que hacer algo nuevo”. A veces, uno también tiene derecho a no hacer, a quedarse quieto.
LP: Y yo, con las despedidas. No me gustan. No me acostumbré; pero aprendí que a veces reinventarse también es una forma de quedarse, aunque sea de otro modo.
OS:¿Y qué les gustaría que pase ahora? ¿En este Segundo Tiempo? ¿Qué imaginan, qué desean, qué les hace ilusión?
DR: Que el humor siga funcionando como refugio. Que no se pierda el derecho a reírse con inteligencia.
MM: Que sigamos encontrándonos. Aunque no sea para crear una obra. A veces, el encuentro en sí mismo es la obra.
NC: Me gustaría ver nacer nuevos Luthiers. No imitadores. Gente que entienda que lo más revolucionario no es ser igual, sino atreverse a pensar distinto con respeto.
JM: Que el arte no se vuelva descartable. Que haya tiempo para el silencio, para lo elaborado. Que no todo sea inmediatez.
EA: Yo deseo que nunca se extinga el asombro. Ni en nosotros, ni en los otros, porque sin asombro, no hay reinvención posible.
LP: Y yo deseo que, con el paso de los años, no dejemos de afinar lo esencial: la sensibilidad, la mirada, el humor… y el corazón.
OS: Gracias. Gracias por abrirse, por compartir lo que no se ve desde el escenario. Por mostrar que reinventarse no es cambiar lo que uno es… sino volver a elegir quién se quiere ser, cada día y una cosa más; antes de que bajemos este telón simbólico, les propongo una ronda final. Una frase, una idea, un deseo. Para ustedes mismos, para el que escucha, para el que viene detrás. Como una nota que sigue sonando, incluso cuando el escenario ya está a oscuras y cada uno con su estilo...
DR: Yo deseo que nunca perdamos la capacidad de reírnos... ni siquiera de nuestras propias torpezas. Porque en ese humorcito medio ridículo, también vive la ternura. Y la ternura, amigos queridos… es revolucionaria.
MM: Que podamos vivir este Segundo Tiempo sin ansiedad. Con pausa. Con humor. Y con la certeza de que a veces, lo más valioso no es lo que uno logra, sino lo que uno evita repetir.
NC: Que el conocimiento no reemplace la curiosidad. Y que el virtuosismo no tape la emoción. Porque la vida, como la música, no necesita ser perfecta… necesita ser verdadera.
JM: Que el público del futuro se atreva a pensar. Que sepa que reírse también puede ser un acto intelectual. Y que crear, como vivir, es una forma de ensayar... sin partitura previa.
EA: Que sepamos dar lugar al silencio. Que no le tengamos miedo. El silencio también es parte del arte, y a veces, dice lo que la palabra no alcanza. Escuchar también es componer.
LP: Que sigamos afinando. Que, aunque cambiemos de instrumento, de escenario, o de compás... no perdamos la música que somos. Porque al final, todos estamos tratando de escribir una partitura que nos represente.
OS: Gracias, nuevamente. No sólo por todo lo que hicieron. Sino por seguir haciendo. Por no quedarse en el recuerdo cómodo, y animarse a pensar, sentir y compartir este Segundo Tiempo. Porque, como decía un maestro: “el alma no se jubila.”
