GREGG: TIEMPO EXTRA; DE JUGADORES A PERSONAS PLENAS
- Enrique Portnoy
- 2 days ago
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El deporte profesional forja identidades, construye carreras deslumbrantes y exige niveles extremos de foco y sacrificio; pero también impone una fecha de vencimiento ineludible. ¿Qué ocurre cuando el juego termina? ¿Qué pasa cuando la ovación cesa, y el silencio de lo cotidiano invita a redefinirse? En esta charla de ficción, profunda, íntima y profesional, Gregg Popovich, histórico entrenador de los San Antonio Spurs, referente absoluto de liderazgo, desarrollo de talento y formación humana, se sienta con Osvaldo Salvadores para explorar los desafíos del Segundo Tiempo en la vida de los basquetbolistas de elite, especialmente aquellos que transitan la NBA. Hablan sin eufemismos sobre la causalidad del retiro, la formación que nunca se dio, las decisiones que se aplazaron demasiado, y la soledad de los ídolos cuando deben reinventarse. Una invitación a pensar el futuro con la misma seriedad con la que se jugó el presente.
REUNIÓN DE TRABAJO CON OSVALDO SALVADORES
OS: Gregg, gracias por estar acá. Hablar contigo es hablar con una leyenda que siempre puso por delante la cabeza y el corazón de sus jugadores y justamente de eso quiero hablarte hoy; de qué pasa con ese corazón y esa cabeza cuando el reloj marca el final del partido. ¿Qué ves tú en los jugadores de la NBA cuando se retiran?
GP: Gracias, Osvaldo; para mí esto es esencial. He entrenado jugadores que llegaron con 19 años y se fueron con 35, habiendo vivido más con un equipo que con sus propias familias; y cuando se van… se van con las manos llenas de estadísticas, sí, pero también con vacíos enormes. No todos, claro; pero muchos; porque nadie les enseñó que había vida después del juego.
OS: Ahí tocas un punto clave: nadie les enseñó. ¿Por qué crees que ocurre eso? ¿Hay una cultura que posterga esa conversación?
GP: Totalmente. La NBA, como muchas ligas de alto rendimiento, está diseñada para sacar lo mejor del jugador en el presente. No hay tiempo para el “después”. Los contratos, las marcas, la presión… todo gira en torno a la próxima temporada. Y el jugador joven compra esa ilusión: cree que esto va a durar para siempre, y no lo juzgo, yo también me ilusioné con que Duncan iba a jugar hasta los 50...
OS: Y sin embargo, se va, como todos. Por eso, desde mi lugar, insisto en que el Segundo Tiempo no es una etapa menor. De hecho, puede ser más larga que la carrera misma. Pero para eso hay que prepararse y vos lo sabes bien: el liderazgo, en ese tramo, no viene de afuera.
GP: Así es. El liderazgo en el Segundo Tiempo nace de un lugar más silencioso. No se trata de dominar una cancha, sino de escucharse a uno mismo. Y eso, Osvaldo, es lo más difícil para muchos de estos chicos. Vivieron años rodeados de ruido, de aplausos, de entrevistas. ¿Y ahora? ¿Quién soy si no juego?
OS: Exacto. Lo que me encuentro con frecuencia es una crisis de identidad, porque cuando tu nombre está pegado a una franquicia o a una camiseta, separarse duele; pero también libera. Si lo sabes trabajar, claro. Por eso yo creo que la formación fuera de la cancha debería comenzar mucho antes. GP: Estoy completamente de acuerdo. Yo siempre dije que prefería formar buenas personas antes que buenos jugadores. Con Pop, Manu, Tony o Kawhi siempre trabajamos eso. Hablábamos de política, de libros, de lo que pasaba en el mundo. No era casualidad: yo quería que supieran que la vida es más grande que el rectángulo de juego. OS: Y sin embargo, eso no alcanza si no hay decisiones conscientes; porque formarse es una cosa, y animarse a dar el paso, es otra. ¿Cuántos jugadores tienen proyectos, sueños… pero no se animan a ejecutarlos? GP: Muchísimos. Porque no se sienten autorizados. Vienen de entornos donde el error se castiga con memes; donde sí dejas de entrenar, “te perdiste”. ¿Cómo se hace para fallar sin que eso te defina? Esa es una pregunta que todos los exjugadores deberían poder responder. OS: Y para eso se necesita un espacio. Un mentor, un equipo, una estrategia. Igual que en el básquet. La reconversión profesional no es un salto al vacío: es un proceso con etapas, con herramientas, con tiempo. Lo que me sorprende es que haya tanta inversión para lanzar una carrera, y tan poca para aterrizarla. GP: Eso es brutal. En la NBA hay recursos para todo: para estadísticas avanzadas, para comida personalizada, para viajes espaciales si querés; pero pregunta cuántos jugadores reciben acompañamiento real para su retiro… Y es ahí donde deberíamos trabajar juntos, Osvaldo. Porque esto no se soluciona con una charla de una hora. Se soluciona con cultura. OS: Y con compromiso. No alcanza con que el jugador lo entienda. También lo tiene que entender el agente, el club, la liga, la familia. Todos. Porque si no, se corre el riesgo de que un tipo que supo lo que era ser ovacionado por 20 mil personas, termine solo, sin dirección, o creyendo que abrir un negocio es “su nuevo rol” sin preparación alguna. GP: Me tocó ver eso muchas veces. Y no lo digo desde el juicio, sino desde el dolor. Porque muchos de esos tipos tienen todavía tanto por dar… como mentores, como emprendedores, como líderes sociales; pero no saben cómo empezar; y ahí es donde vos entras. OS: Y vos también, Gregg. Porque tu figura es respetada. Porque hablas claro. Porque no vendes humo. Te propongo algo: sigamos esta charla en privado con algunos exjugadores. Armar una dinámica de mentoría grupal. Pero que no sea sobre cómo manejar dinero: que sea sobre cómo manejar la vida. GP: Lo firmo ahora mismo. Porque si hay algo que el básquet me enseñó, es que el verdadero legado no se mide en anillos, sino en lo que dejas en la gente. Y si puedo ayudar a que un solo jugador se reconcilie con su Segundo Tiempo, ya valió la pena. OS: Entonces, empecemos hoy. Porque como vos decís en cada vestuario: “It's not about the game. It's about who you become playing it.” Y también, después…
GP: Ah, dame unos minutos más para poder compartir con vos dos casos emblemáticos; el de Delonte W, un exjugador de la NBA cuyo Segundo Tiempo fue extremadamente difícil y el de Paul G; con otro tipo de experiencia pero con historias reales que permiten visibilizar lo que puede pasar cuando no hay preparación ni apoyo adecuado. OS: Gregg, lo que más me conmueve es ver cómo algunos jugadores que lo tuvieron todo, que vivieron en la cima del mundo, de repente se ven perdidos. Literalmente. Conozco ambos casos, pero el caso de Delonte me tocó profundamente. GP: Lo conozco bien. Delonte es una historia que debería contarse más, no para generar lástima, sino conciencia. OS: Exacto. Un tipo que jugó al lado de LeBron, que firmó contratos por millones. Un base talentoso, intenso, querido por compañeros… y que, tras salir de la liga, terminó viviendo en la calle. Dormía en estaciones de servicio, sufrió trastornos mentales, y apenas algunos intentaron tenderle la mano. GP: Y lo más duro es que su caída no fue repentina. Fue invisible para muchos. Durante años, su salud mental dio señales, pero el entorno no estaba preparado para verlo. En la NBA, muchas veces ser vulnerable todavía es sinónimo de debilidad. ¿Cuántos Delonte más hay hoy, en silencio? OS: Y no solo en la NBA, Gregg. En cada liga del mundo, porque el problema no es la fama. Es la ausencia de estructura emocional y formativa para cuando esa fama se va y en ese sentido, el caso de Delonte debería ser parte de cualquier seminario de formación para jóvenes talentos. GP: Estoy de acuerdo. Lo que más me dolió de su historia fue que, cuando se hizo viral una imagen suya mendigando en las calles, mucha gente recién ahí reaccionó. Como si el dolor necesitara una foto para ser real. Lo que yo me pregunto es: ¿qué hicimos antes? OS: Y ahí es donde vuelvo a tu idea de cultura. Si en cada franquicia existiera un programa de transición de carrera, no como algo opcional, sino estructural, muchas historias podrían reescribirse. Algunos jugadores me han dicho que preferían no pensar en eso, por miedo a atraerlo… GP: Claro. Porque piensan que si hablas del retiro, estás anticipando la muerte deportiva. Y no, todo lo contrario: prepararte es una forma de respeto a tu futuro yo. Mira lo que hizo Andre Iguodala. Mientras jugaba, se formaba como inversor; ó Vince Carter, que estudió periodismo deportivo y ya tenía planificado su lugar en la televisión. No todos pueden ni quieren lo mismo, pero el punto es: decidí algo antes de que te lo impongan. OS: Esa frase es brillante: "Decidí algo antes de que te lo impongan." La mayoría de los exjugadores que acompañé no fracasaron por falta de talento o recursos. Fracasaron por no decidir a tiempo. Porque lo que no se planifica, te golpea. GP: Y no es casualidad. Muchos vienen de contextos difíciles. El básquet fue su única vía de escape. ¿Cómo les vas a pedir que piensen en el “después” cuando están escapando del “antes”? Ahí necesitamos mentores. Tipos como vos, que puedan sentarse con ellos desde el lugar de la escucha, no del juicio. OS: Y tipos como vos, Gregg. Porque si hay alguien que entendió que formar es mucho más que entrenar, sos vos. Te propongo algo: ¿y si armamos un programa piloto para la transición profesional en franquicias jóvenes? Un modelo que combine formación emocional, exploración vocacional y acompañamiento real. GP: Lo firmo. Pero no como un “curso más”. Hagámoslo bien. Con historias reales, como la de Delonte, pero también con ejemplos positivos. Con mentores que tengan la experiencia de ver toda la cancha, con sus conocimientos y sus experiencias, con psicólogos, con exjugadores, con entrenadores. Que sea una red, no un discurso. OS: Entonces el Segundo Tiempo… es el nuevo juego, donde ya no se trata de encestar, sino de reconstruirse con propósito. GP: Y con dignidad. Porque todo jugador merece eso. Aunque el público haya dejado de mirar. OS: Y si bien el caso de Delonte es desgarrador, también hay que mostrar la otra cara. La de aquellos que entendieron que su carrera deportiva era apenas una parte de su identidad. Y ahí, Gregg, el nombre que me viene a la cabeza es Pau Gasol. GP: Oh sí, Pau… Qué tipo. Inteligente, sensible, curioso. Tenía claro desde temprano que el básquet era una etapa. Y eso, en este ambiente, es una rareza. Su capacidad para proyectarse más allá del juego fue siempre admirable. OS: Lo interesante es que no esperó al final. Mientras jugaba ya estudiaba medicina, se involucraba con UNICEF, abría fundaciones, se formaba en liderazgo. Incluso cuando sufrió su lesión crónica en el pie, no se quebró emocionalmente, porque su sentido de valía no dependía solo del deporte. GP: Recuerdo una conversación con él en San Antonio; me dijo algo que nunca olvidé: “Gregg, el cuerpo se retira, pero el alma sigue en movimiento. El error es dejar que todo muera con la última temporada.” Esa conciencia lo salvó.
OS: Eso es lo que intento transmitirle a los deportistas. Que su valor no se termina con el retiro. Que lo que construyen con la pelota puede ser la base de lo que construyan sin ella. Pero para eso hay que cultivar otras dimensiones del ser: la emocional, la intelectual, la social. GP: Y el entorno también tiene que acompañar. Fijate que Pau fue un tipo con una familia fuerte, con estudios, con una mentalidad abierta. Muchos otros no tienen eso. Por eso, cuando pienso en lo que debemos hacer como entrenadores, lo primero es detectar quién necesita ayuda antes de que la pida. OS: Y no alcanza con decirles “estudia” o “buscate algo”. Hay que ayudar a identificar habilidades, pasiones dormidas, oportunidades concretas. Pau, por ejemplo, tenía una enorme vocación por la salud. Hoy está trabajando con el Comité Olímpico Internacional en temas de bienestar y salud mental. Se convirtió en un referente global del atleta integral. GP: Y eso no fue casual. Fue construido. Cada paso que dio fue deliberado y sin dejar de ser competitivo, aprendió a ser generoso con su conocimiento. Cuando Pau habla, los jugadores escuchan. No porque haya sido una estrella, sino porque es creíble. OS: Ahí está la clave. Hoy los chicos necesitan referentes que no solo les digan que “se puede”, sino que les muestren cómo. Por eso es tan valioso unir ambos extremos de la realidad: el drama de Delonte y la visión de Pau. GP: Y mostrarles que no hay una sola forma de retirarse. Algunos lo hacen de golpe, otros por decisión, otros por lesión. Pero todos, tarde o temprano, tienen que responder la misma pregunta: “¿Quién soy si ya no juego?” Y si no tienen una respuesta, puede ser devastador.
OS: Por eso hay que trabajar en la identidad expandida. Que entiendan que ser jugador es una parte. Pero también pueden ser empresarios, padres, comunicadores, educadores, artistas, líderes sociales. El Segundo Tiempo no se trata de reemplazar la pasión. Se trata de redirigirla.
GP: Pau lo entendió. Y lo vivió. Y eso lo convierte en un modelo. No perfecto. Pero real. Y posible.
OS: Entonces, Gregg, tenemos dos caminos para mostrarles: uno con señales de advertencia, y otro con luces de guía. Lo que hagamos ahora puede evitar que en diez años tengamos más tragedias silenciadas… o más segundas vidas plenas.
GP: Estoy contigo, Osvaldo. Armemos ese puente; uno que se apoye tanto en las heridas de Delonte como en la sabiduría de Pau.
OS: Gregg, después de todo lo que conversamos, cada vez me queda más claro que el Segundo Tiempo es la prueba más exigente de todas. Porque ya no se juega contra rivales visibles, sino contra fantasmas internos: la pérdida de sentido, la identidad fragmentada, el miedo al olvido. GP: Exactamente. Y nadie está exento. Ni el que ganó cinco anillos ni el que jugó solo una temporada. Porque al final, todos llegan al mismo punto: ese día en que el vestuario queda atrás, y hay que salir a la calle con otra camiseta… la de la vida real. OS: Y es ahí donde necesitamos estar. No como salvadores, sino como mentores, como sistemas de apoyo, como constructores de puentes entre lo que fueron y lo que pueden ser. Delonte West nos mostró lo que sucede cuando no hay red; Pau Gasol, lo que ocurre cuando sí la hay… y se fortalece con visión, educación y propósito. GP: Yo digo siempre que el verdadero liderazgo no se mide en las victorias, sino en lo que sembras cuando nadie te está mirando. Tenemos que sembrar visión, preparación y contención, y sobre todo, hacerles entender que no están solos, ni condenados a desaparecer, porque el juego puede terminar… pero la pasión, si se cultiva, se transforma. OS: Esa transformación es el corazón del Segundo Tiempo. No hablamos de reinventarse para sobrevivir, sino para seguir construyendo legado, desde otro rol, con nuevas herramientas, y ahí hay una oportunidad enorme: si formamos atletas completos, podemos tener después líderes, emprendedores, educadores, embajadores, artistas, y sobre todo, seres humanos más plenos. GP: Y no hay mejor victoria que esa, Osvaldo. Ganar campeonatos está bien, pero ayudar a que alguien no pierda su vida después del juego… eso sí que es eterno.
@2tsegundotiempo
