DIEGO S: EL SEGUNDO TIEMPO TAMBIÉN SE JUEGA CON INTENSIDAD
- Enrique Portnoy
- Aug 22
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En esta diálogo de ficción, íntimo y profesional, Osvaldo Salvadores, se encuentra con Diego S, actual entrenador del Atlético de Madrid, para explorar juntos los dilemas, posibilidades y desafíos del Segundo Tiempo: esa etapa de la vida que se abre cuando concluye una carrera inicial, exitosa o no, y se impone la necesidad de redefinir el propósito personal y profesional. Diego, símbolo de intensidad, liderazgo y coherencia, representa a un tipo de protagonista que ha construido su trayectoria con esfuerzo, disciplina y una marcada obsesión por el control y el rendimiento. ¿Qué ocurre cuando ese tipo de persona vislumbra el final de su ciclo como entrenador? ¿Cómo puede canalizar su fuego interno en un nuevo proyecto que le dé sentido, sin repetir el pasado ni traicionar su esencia? La consulta avanza en un tono profundo, emocionalmente contenido pero auténtico, donde el mentor no ofrece respuestas, sino espacios de reflexión. El foco está puesto en tres ejes: la causalidad, nada es azar; la dedicación, el trabajo como estilo de vida, y el esfuerzo, como valor fundacional de una identidad.
REUNIÓN DE TRABAJO CON OSVALDO SALVADORES
OS: Gracias por aceptar esta charla, Diego. No todos los protagonistas que vienen de la alta competencia se permiten este tipo de conversación.
DS: Me interesó desde que me lo propusieron. Porque no suelo hablar de lo que viene. Siempre estoy con la cabeza en lo que pasa hoy, en el partido que se juega esta semana. Pero cada tanto... aparece esa pregunta.
OS: ¿Y cuál es esa pregunta?
DS: ¿Qué voy a hacer cuando esto se termine? No por miedo. Por responsabilidad. Porque no quiero improvisar mi Segundo Tiempo.
OS: Te entiendo. Y celebro que lo digas así. Porque muchos creen que la reconversión es un tema para los frágiles, para los que no pudieron sostenerse. Pero los más fuertes también necesitan redefinirse.
DS: Yo no me creo invencible. La intensidad me sostiene, pero también me puede desgastar. Y tengo claro que algún día... no va a haber banco, ni jugadores, ni vestuario. Y quiero estar listo.
OS: Eso ya te pone en un lugar distinto, Diego. Porque el segundo tiempo no empieza cuando colgas los botines o el saco. Empieza cuando te permitís imaginar otra versión de vos mismo.
DS: Sí, pero no es fácil. Yo me construí sobre certezas: método, esfuerzo, control, presencia. Y ahora me piden imaginar algo sin manual.
OS: Tal vez el manual... seas vos. Tu historia, tus aprendizajes, tu manera de atravesar el fracaso. En el Segundo Tiempo no se trata de inventar algo nuevo desde cero, sino de conectar los hilos de lo vivido y proyectarlos hacia algo más grande.
DS: Eso que decís me resuena. Porque no quiero jubilar mi esencia. Quiero transformarla. Que lo que hice en el fútbol... tenga eco en otros espacios.
OS: Y ese eco, Diego, puede ser más profundo que un gol en el minuto noventa. Porque ya no se trata de ganar, sino de dejar huella.
DS: No sé si puedo vivir sin competir. Pero quizás... pueda aprender a competir de otra forma. Sin rivales. Con propósitos.
OS: Ahí empieza la reconversión. Cuando no renuncias a tu fuego… pero elegís una nueva forma de encenderlo. Me gustaría ir un poco más allá, Diego. Porque no todos los Segundos Tiempos arrancan desde el deseo. A veces llegan de golpe. Una decisión externa, una crisis de salud, una pérdida. ¿Estás preparado para eso?
DS: No sé si alguien lo está del todo. A mí me gusta anticipar, tener planes. Pero aprendí a convivir con el golpe. Como cuando te echan como jugador o perdés una final que tenías en el bolsillo. Lo importante no es evitar el dolor, sino tener una estructura interna que te sostenga.
OS: ¿Y esa estructura en tu caso qué incluye?
DS: La familia, el cuerpo técnico, mi forma de ver la vida. Yo me construí una identidad fuerte, pero no inquebrantable. Sé que puedo quebrarme, y sé que puedo reconstruirme. Pero no quiero que el final me agarre sin horizonte.
OS: Y si tuvieses que armar hoy un “mapa del segundo tiempo”... ¿cómo sería?
DS: Lo dividiría en tres zonas: Primero, el legado emocional, lo que quiero dejar como mensaje, como ejemplo; después, la estructura de acción, dónde me voy a meter, qué proyectos voy a liderar; y por último, el espacio personal, eso que nunca pude hacer por el ritmo de la alta competencia: leer más, viajar sin plan, escuchar a mis hijos sin mirar el reloj.
OS: Eso que decís es clave. Porque muchos se jubilan del rol pero siguen corriendo como si aún estuvieran en competencia. ¿Te ves bajando la intensidad?
DS: No, pero sí modulándola. Aprendiendo a ponerla al servicio de otros. La intensidad no es un problema si sabés canalizarla. El tema es que no se transforme en ansiedad o en una trampa del ego.
OS: ¿Te imaginás acompañando a otros en sus procesos de reconversión?
DS: Totalmente. Porque lo viví. Porque sé lo que cuesta. Porque a veces uno necesita que alguien te diga: "No sos solo lo que fuiste. También sos lo que podés construir ahora."
OS: Eso que acabás de decir es de una profundidad enorme. “No sos solo lo que fuiste...” ¿Vos lo creés de verdad?
DS: Sí. Me lo digo seguido. Porque si no, te volvés una estatua. Una leyenda inmóvil. Y yo prefiero ser un puente que una estatua.
OS: ¿Querés que vayamos a algo más concreto, Diego?
DS: Dale.
OS: Me llegó el rumor de que un fondo inversor fuerte te ofreció ser director general de un proyecto deportivo global. Incluye clubes en distintas ligas, academias, formación de entrenadores, incluso una escuela de liderazgo basada en tu estilo. Pero claro… sin banco de suplentes. ¿Es cierto?
DS: Sí. Me lo propusieron hace unos meses. Muy serio, muy armado. Plata, impacto, posibilidad de dejar huella. Pero hay un punto que me quiebra: no dirigir.
OS: Ahí está el dilema, ¿no?
DS: Sí. Porque puedo planificar el futuro, pensar en grande, acompañar a muchos… pero no estar en la línea. No vivir ese fuego. No tomar decisiones minuto a minuto. No mirar a los ojos a un jugador antes de entrar. Eso… eso me cuesta.
OS: Y sin embargo, el proyecto tiene tu ADN. Impregnar estructuras con tu método, tu visión, tu exigencia. Quizás no sea menos intenso… sólo distinto.
DS: Lo racional sé que tiene sentido. Pero me pasa algo emocional. Es como si me sacaran del campo y me pusieran en el palco. Y yo no nací para mirar. Nací para estar.
OS: Y sin embargo... te están llamando a ser más grande que vos mismo. No más importante. Más abarcativo...
DS: Te lo pregunto en vos baja… ¿Y si no me sale? ¿Y si fracaso en ese segundo tiempo OS: ¿Y si no lo intentas y quedas encerrado en una versión repetida de vos mismo?¿Y si lo que no sale perfecto… igual te construye?¿Y si en ese rol… terminas salvando a cientos de jugadores que hoy no tienen a nadie que los guíe?
DS: ¿Sabés lo que me duele en el fondo? Que el reconocimiento que gané como entrenador tal vez no lo tenga en otro rol. Y yo me alimenté mucho tiempo de eso.
OS: Claro. Es humano. Pero también puede ser liberador. Que tu nombre ya no dependa del resultado. Que puedas ser, no solo demostrar.
DS: Eso que decís… nunca lo había pensado así.
OS: El Segundo Tiempo no se trata de “ganar” como en el primero. Se trata de dejar algo que valga la pena, aun cuando nadie lo aplauda.
DS: Estoy de acuerdo, pero… me va a costar. Pero lo voy a considerar de verdad. Porque algo dentro mío ya empezó a abrirse.
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