¿Y a dónde va?
¿Alguien sabe?
¿Depende del conductor?
¿Y si llega a algún buen puerto es obra de la casualidad o de la causalidad?
Depende de quién decide el destino.
¿Estamos dispuestos a que alguien nos dirija nuestro destino?
Porque la nave va… pero, quizás, no sepamos hacia dónde.
Esperamos el milagro para que nos conduzca a un buen lugar.
Si no nos preparamos estaremos a la deriva de la casualidad.
Si no pensamos en lo que viene, seguramente “seguiremos andando” pero difícilmente sepamos hacia dónde vamos.
¿Hacia dónde va?
Y la nave va… ¿Cuál es el destino?
¡Podemos hacernos cargo! Forma parte de nuestra decisión.
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