Faltan 10 minutos para terminar el partido y empezamos a buscar desesperadamente el triunfo, o el empate que nos clasifique a la final. La pateamos para arriba para ver qué pasa… Buscamos la casualidad.
¿No sabíamos que el partido dura 90 minutos?
En el básquet 4 cuartos. En el tenis al mejor de 3 sets, o de 5. En el boxeo 12 rounds… todo está reglamentado. Todo se sabe de antemano.
¿Podemos intentar estirar los minutos? Sí. Pero solamente por unos minutos más.
Cuando llega el momento del final del partido. Se terminó.
¿Entonces?
Entonces, hay que hacerse cargo. ¿Por qué esperar hasta el último momento?
Preparar el camino para no tener que tirar “centros a la olla y ver qué pasa”.
Siempre es así. Siempre.
En la carrera corporativa dentro de una empresa.
En una pequeña o mediana empresa que no se profesionaliza.
En la vida de un deportista profesional.
En algún momento del campeonato vamos a estar fuera de la cancha y para esto hay que prepararse.
Dedicación y esfuerzo para que la causalidad sea la vía de construcción de lo que queremos ser cuando seamos grandes.
No esperemos el tiempo de descuento porque seguramente no nos va a ir bien y lo vamos a transcurrir y terminar sufriendo.
¿Podemos estar convencidos de otra realidad?
Estaríamos definitivamente equivocados. No te creas todo lo que pensas.
Las armas son la sabiduría y el ingenio. Los motores: la vocación de aprender y querer crecer, entendiendo que él primero que lo necesita es uno mismo para seguir generando valor agregado y “honrar la marca”.
Para construir muchos años, para destruir unos pocos segundos.
La proactividad se traduce en acciones, actitudes y comportamientos sin soberbia y sin actitudes que perjudiquen las relaciones y transformen la vida propia y la de los demás en una misión imposible.
¿Por qué esperar otro resultado?
“Al final del día, soy una gran atleta, pero ¿quién soy? Si te quitas esa máscara, sabes, ¿quién seré? Todavía estoy tratando de averiguarlo” – Simone Biles.