“Entender la cancha”, es uno de los hábitos más eficaces.
Los hábitos eficaces son los que nos permiten realizar lo que tenemos que llevar adelante y hacerlo bien en búsqueda de la meta que nosotros definimos.
En la cancha necesitamos jugadores que piensen; y para lograrlo debemos entender las situaciones que se presentan.
La cancha, el escenario, la oficina, la vida… dentro del entendimiento y en el devenir de lo que va sucediendo: siempre entender.
Darnos cuenta que en el Segundo Tiempo que hay partidos que no hace falta jugar; y que hay energía para concentrar en temas y objetivos importantes, es una excelente idea. No estamos para correr todas las pelotas.
No se trata si lo podamos lograr o no. La idea es preguntarnos: ¿para qué lo estamos llevando adelante?; ¿cuál es la idea?; ¿a quién queremos demostrarle algo?, o si ¿Estamos compitiendo contra alguien?
El logro no es el campeonato, en esta etapa, el logro es tener una vida significativa y elegida por nosotros.
Cambia el escenario para ser una competencia contra nosotros mismos. En la búsqueda de lograr entrar en proyectos significativos para nosotros y para terceros. Volviendo a enamorarnos de “estar en la jugada”, saliendo del modo avión y logrando desarrollar talento, con dedicación, esfuerzo y perseverancia para no sentirnos “ninguneados”, por nadie, y menos por nosotros mismos.
Hay que aprender. Plantarse en una postura de "siempre aprender para crecer". Sin ninguna vergüenza. Vergüenza es robar. Querer aprender es un valor.
Valores: ser buena persona, buen profesional, buen padre, buen amigo…
Para estos logros, sin dudas, tenemos que tener bien elaborado cuál es nuestro desafío; el “qué queremos ser cuando seamos grandes”.
No compitamos toda la vida contra otros; siempre existe alguien “más poderoso”; pero si nos enfocamos en nosotros mismos, la competencia es más sana y más redituable. El desafío: crecer y tener una vida significativa, que nos brinde el orgullo de querer ser quienes somos.
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